martes, 21 de agosto de 2007

Compartiendo algo que leí

Cuando nuestro mundo parece caerse en pedazos

Hay momentos en que todo nuestro mundo parece caerse en mil pedazos y no estamos seguros que podamos sostenerlo un minuto más.

A veces nuestras relaciones se despedazan, otras veces el derrumbe es físico. Tenemos la sensación que todas las paredes cayeron y no tenemos donde apoyarnos, expuestos y vulnerables.

Son momentos especiales para ver en qué basamos nuestro sentido de identidad, seguridad y bienestar. Si bien es natural y parte del proceso que basemos nuestro sentido de pertenencia en lo que nos rodea, cada vez que cambian los factores externos, tenemos la oportunidad de redescubrir y movernos más hacia nuestro centro, que es el único lugar seguro al que le podemos llamar HOGAR.

El centro de nuestro ser no cambia según los vientos o circunstancias que rodean nuestro mundo físico.

Como el sol, nuestro centro parece, a veces, ser inaccesible pero solo es un error de apreciación.

Sabemos que cuando el sol se esconde tras una nube o se pone de noche, no es porque desapareció sino simplemente está fuera de nuestra vista. Del mismo modo, debemos creer que nuestro Yo está siempre brillando, aunque no lo veamos.

Recordemos eso cuando todo parezca venirse abajo, sabiendo que ese brillo, esa luz que no se puede apargar, parte de nuestro interior.

Recordemos, también, que a veces, los momentos de oscuridad externa son un gran regalo que nos dá la oportunidad de reencontrar esa luz.